Cualquier núcleo urbano necesita, como mínimo, de una skateshop. En el 99% de los casos la persona que está detrás del mostrador conoce el complejo universo del skateboarding desde dentro, lo vive e intenta transmitirlo. El lugar ideal para ponerse al día de las novedades, chequear las estanterías, descubrir gráficos y skateart en tablas, ruedas y prendas de vestir y cambiar impresiones con el dependiente, entre otras cosas, de los spots más calientes para patinar de la ciudad. Visitar una tienda de skate, en cuerpo, no desde casa a través del sitio web, es una experiencia básica para cualquier víctima de la mordedura del loco bicho del monopatín. Un hábito sin veto para ninguna edad. Cualquier niño o veterano patinador siente una fascinación especial en el interior de una skateshop.
A continuación vas a conocer la historia de FTC Barcelona. No es la tienda de skate más longeva ni la más grande pero representa con creces el espíritu skate de la ciudad Condal.
Julio Arnau, su fundador, abrió las puertas de la tienda en el 2010 empujado por una ilusión y una idea de negocio que implicaba dedicación y moral. Su todavía hoy intacto apego al skate comenzó antes: «empecé a patinar al final de los 80, tenía 12 años. Entonces el skate no era como ahora. En Tarragona no había ninguna skateshop, así que nos metíamos en el tren y veníamos a Barcelona. Íbamos a patinar a Sants y pasábamos por alguna skateshop. Desde muy pronto quería venirme a Barna a vivir porque mi ciudad era muy pueblo. Con 19 años me instalé aquí. Me di cuenta de que quería estar en esta movida, no sólo como skater sino también en la industria. Empecé a currar a tiempo parcial en Nomad Skateboards, patinando para la marca y ayudando a moverla mientras aguantaba en curros de todo tipo, principalmente montando andamios. Era un trabajo que me quitaba todo el tiempo y la energía. no quería currar para pagarme la vida en la ciudad sin apenas poder para patinar. Quise trabajar para Nomad a tiempo completo pero me fui desencantando porque no había un puesto fijo para mí. Poco después un colega me enchufó en la distribuidora Now (ahora Collective). Llevaba un año ahí cuando empecé a darle vueltas a la idea de hacer algo por mi cuenta en vez de trabajar para alguien. Entre el 2007 y 2008, junto a otros dos amigos, estudiamos a fondo la posibilidad de montar algo. Como conocíamos a gente en San Francisco se nos ocurrió abrir una sucursal de FTC, una tienda conocida en todo el mundo, que siempre nos había marcado por ser parte de la onda skate que nos gustaba. A lo mejor con la gran influencia de las redes sociales e Internet que hay ahora, no hubiera sido así, pero aquella era una época muy nostálgica y eso nos influía. Debido al papeleo, acabar de juntar el dinero para invertir y otras circunstancias, la tienda abrió en el 2010″.
En ese año la sociedad remaba contra la corriente de una crisis económica global y el panorama no era alentador para emprender. La resaca del boom que hizo de Barcelona la meca del skate mundial pocos años atrás hacía mella, «en ese momento no había una skateshop core en la ciudad. Habían tiendas y los dependientes eran skaters pero los dueños eran gente que no tenían nada que ver con el patín. Lo vi claro. Hacía falta una skateshop llevada por alguien que patinara, que hablara el idioma de los skaters y que no lo hiciera exclusivamente por la pasta. Quería estar metido en esto y no me planteé mucho los inconvenientes. Eran años difíciles pero a pesar de la crisis la peña seguía patinando y viniendo de fuera a patinar. Como local, mi objetivo era abrir una tienda para el skate local, que en ese momento no existía.»
La parte de la historia del skateboarding que se refiere al nacimiento del street skate moderno, con la que mucho tuvo que ver San Francisco y su venerado spot EMB, fue fundamental para querer trasladar a Barcelona la influencia de una entidad del exterior como FTC, «quise hacer algo sonado, que no dejara indiferente a nadie y me pareció que era la idea correcta. Traer marcas y material novedoso para la gente de aquí. Aprovechar las conexiones que ya había creado con colegas de allí y otras que pudieran surgir. En mi caso, el segundo lugar que visité cuando fui a San Francisco fue FTC y quería que eso también lo experimentaran los visitantes de Barcelona, que tuvieran un punto de referencia. No se trataba solamente de montar una skateshop, también me entusiasmaba la idea de crear comunidad.»
El objetivo estaba bien claro por la parte más interesada, la de este lado. Respecto a la recepción de la propuesta por la del lado de allá, en concreto la de Kent Uyehara, fundador y cabeza de FTC San Francisco, Julio se extiende y nos cuenta sobre los primeros pasos, antes y después de la apertura, «éramos tres personas, dos de Barcelona y una de San Francisco. El de aquí, de Barna, finalmente no quiso arriesgarse en el negocio, en ese momento vivía muy bien del skate y no quiso que las obligaciones en la tienda interfirieran en su carrera de pro skater. El segundo socio, era de S.F., estaba conectado a la escena de esa ciudad y a FTC, eso hizo que presentarle a Kent el proyecto de la tienda en Barcelona fuera más fácil. El plan era que mientras yo terminaba de conseguir el dinero aquí, él se iba para allá un año a ahorrar para regresar y poder vivir y trabajar en la tienda mientras ésta despegaba. Ese primer año no fue como esperábamos, no daba para pagar sueldos y cubrir los otros gastos, así que tuvimos que separarnos y él se marchó a Nueva York. El segundo año trabajé yo solo en la tienda, 6 días a la semana 12 horas al día, no fue fácil. En el 2013 las cosas empezaron a ir mejor, traíamos marcas poco conocidas que a los dos años explotaban por todo el mundo. No es que yo fuera un visionario, eran marcas de colegas o colegas de estos. Cuando llamaba y me presentaba no sólo era Julio, sino Julio de FTC, eso ayudaba bastante. Me gustaba freakear con traer marcas de las que nadie sabía nada aquí, Fucking Awesome, Dime o Bronze son un buen ejemplo. Todavía me gusta hacerlo, pero ahora es más sencillo».
La tormenta que no se preveía llegó y con ella la incertidumbre de no saber cómo enfrentarla. A la vez apareció un hombro en el que apoyarse, igual de inesperado, «alrededor del 2014 hubo un momento delicado a causa de que no vendía suficientes zapatillas porque había mucha competencia. Las zapas que teníamos estaban por todas partes. Se me acumulaba el stock, con la siguiente temporada encima. Tenía tantas que podía sepultar la tienda con cajas. Claro, tener los mismos modelos de la línea skateboarding de x marca, que también estaba en El Corte Inglés o en Footlocker no ayudaba. Me di una hostia. Fue un momento de mucha presión y de plantearme en serio qué hacer. Tengo que mencionar que la llegada de mi amigo Jano a la tienda como dependiente trajo una energía nueva, que me ayudó a superar el bache. Llegó en un momento jodido y gracias a él empecé a ver las cosas de otra manera, a recuperar las sensaciones del principio, a patinar más en la calle y a recordar por qué hago esto. Le tengo que agradecer mucho. En el 2016 dejamos de vender zapatillas para dar prioridad a lo que de verdad me gusta vender y que en definitiva da razón de ser de una skateshop, las tablas y el material duro. La gente me preguntaba si estaba loco, pero han pasado 5 años de eso y aquí seguimos. Aunque, casualmente, esta semana volveremos a tener zapatillas. Las cosas han cambiado y retornaremos a ese mercado lanzando el modelo colaborativo entre Nike SB y FTC».
Otro factor importante para que FTC Barcelona continúe funcionando como una de las insignias del skate barcelonés fue el cambio de localización hace tres años, «en el otro local estábamos un poco escondidos era raro que entrara alguien que pasara por allí de casualidad. Donde estamos ahora había una skateshop de la distribuidora Collective. Yo trabajé para ellos cuando me mudé a Barna y les conocía, aunque no acabamos muy bien, por eso hasta entonces no había traído sus marcas. Cuando me enteré de que iban a cerrar su tienda y a traspasar el local decidí enterrar el hacha de guerra. Los llamé y les propuse quedarme con el local y seguir trayendo sus marcas. Desde eso las dos partes estamos satisfechas y en buenos términos. FTC está en un lugar más visible y Collective sigue teniendo presencia en la tienda, y por tanto en el centro de la ciudad. Ahora estoy muy contento, en especial porque antes del cambio la tienda paso por ese momento oscuro del que hable antes».
A lo largo de estos 11 años la tienda no sólo ha funcionado como comercio, también como punto de encuentro cultural y de entretenimiento gracias a los diferentes eventos y celebraciones que han tenido lugar en ella, «destacaría especialmente la exposición sobre el pintor Mati Klarwein. Falleció en el 2002 y dejó detrás un legado artístico brutal, en el que se incluyen muchas portadas de discos icónicas, entre ellas la del disco Abraxas de Santana y la del Bitches Brew de Miles Davis, quizás la más famosa». Una exposición digna de museo con una historia que otra vez nos recuerda que el skateboarding es un hilo conector superlativo, «los hijos de Klarwein, Balta y Salva patinan y vivían en Barcelona. Yo solía patinar con ellos en el Macba. Un día les comenté algo que yo había pensado desde hace mucho tiempo, que sería genial trasladar el arte de su padre a una tabla de skate. Ellos comenzaron a pensar sobre qué podíamos hacer dadas las circunstancias, ya que el nombre de su padre es muy grande en el mundo del arte. En un principio pusimos la atención en el disco de Santana, por la relación del músico con San Francisco, pero por un tema de derechos no fue posible. Eligieron la portada del Bitches Brew de Miles Davis, ya que por entonces estaban preparando la edición de un libro especial sobre esa pieza. Me pareció que era un proyecto demasiado especial para FTC Barcelona, así que les propuse hablar con Ian Johnson, jefe de la marca Western Edition y director de arte en FTC, para sacar una serie de tablas en esa compañía, cuyo estilo gráfico tiene mucho en común con la idea que teníamos. Y así fue, salió la serie de cuatro tablas en WE y la presentamos junto al libro que los hermanos Klarwein habían sacado. Estuvo genial, aunque yo estuve un poco asustado porque para decorar la tienda para el evento se trajeron cuadros valiosísimos pintados por su padre».
Ya en al presente la perspectiva comercial de la tienda para llenar paredes y expositores sigue la línea de los primeros días, «como te dije, no ando al loro de lo que está de moda ni de las tendencias. La mayoría de marcas que traemos son de gente con la que tengo alguna relación o que han pasado por aquí y se han hecho colegas de la tienda. All Timers, por ejemplo, son chavales que solían venir por aquí sin que yo los conociera. Con la gente de GX1000 patiné en San Francisco antes de que naciera la marca, y así, no es porque yo esté en búsqueda constante de lo que sale. Es más sobre mirar a la gente que tengo alrededor y que hacen cosas que me gustan. No es que le ponga la cruz a ninguna marca pero hay algunas que ya son muy grandes, están en todas partes, no me parecen muy especiales.
Alimentar la escena local ofreciéndole productos exclusivos creados por y para skaters y organizar eventos para potenciar la cultura, son dos claves de una no estrategia para mantener la tienda en pie. Otra, no menos importante, es el trato directo con los skaters, intentando ponérselo fácil para motivarlos, «nunca ha habido un equipo oficial. Al principio eran mis colegas y con el tiempo el grupo se ha ampliado a medida que la tienda ha ido creciendo y estabilizándose. Sobre todo son amigos, gente a la que le gusta venir aquí a pasar el rato. Son gente local que me encanta como patinan y a la que he conocido en la calle patinando.»
Un movimiento muy significativo fue la salida de POR FIN, un vídeo de 14 minutos largos celebrando los 10 años de la tienda, «hay mas afiliados a la tienda que los chavales que aparecen en el vídeo. Los que salen son los que estaban más activos y disponibles durante el proceso de filmarlo. Hay que tener en cuenta que fue un año complicado para grabar por las restricciones y horarios permitidos en la pandemia. Enrique Mayor venía en su coche y se iba con 4 de los chicos, y Yoryo, el filmer más joven, que suele estar siempre con los skaters por el centro, se iba a grabar con los que no cabían en el coche. La puerta estaba abierta, no había un plan de quién sale y quién no. El que más grabase iba a salir más y viceversa. El vídeo tenia que haber salido en marzo de 2020, cuando justo se cumplían los 10 años, pero se tuvo que retrasar hasta noviembre. En cuanto a la edición, yo quería que aparecieran más mezclados y sin sus nombre pero Roger (Gonzáles), el editor, hizo un trabajo fantástico con las secciones y la música, con la ayuda de Dani Quintero con los rótulos. Creo que salió todo muy articulado. Es un proyecto colectivo y bonito a pesar del año raro que vivimos. Desde que abrí la tienda me propuse sacar un vídeo y por fin lo hicimos, sólo me ha costado 10 años (risas).
Mencionada, inevitablemente, la pandemia generada por el virus Covid 19, había que pedir al narrador extenderse sobre cómo está manejando la experiencia, «fue jodido, en especial durante el confinamiento. Creo que si no hubiéramos tenido la web nos hubiéramos ido al garete. Pasó una cosa curiosa y es que ha aumentado el número de skaters en la calle. Estamos en medio de un nuevo boom. Creo que es por la promoción de las actividades individuales que se hizo desde sanidad y los medios, ya que en los meses del confinamiento no se podía practicar deportes de equipo y la gente se fijó en el skate. La pandemia le ha venido bien al skate, ha empezado a patinar mucha gente. También las olimpiadas recientes han hecho que se conozca y vea el skate como un deporte normal. Para el negocio está siendo muy bueno, estamos vendiendo más tablas que nunca y hay mucho interés general por nuestra cultura.»
Otro sector que explotó durante la pandemia es el de las compras online, pero no nos equivoquemos, ninguna compra a través de un dispositivo sustituye la experiencia física de visitar una skateshop, «si lo que buscas es dinero exclusivamente no es necesario abrir una tienda física, pero la intención de una skateshop tiene que ser más que la de hacer dinero. Tiene que ser un punto de reunión en el que pasen cosas. La tienda tiene que fomentar esa conexión entre la comunidad y la calle. Ahí está el futuro de una skateshop».
Los pequeños comercios regentados por familias o emprendedores valientes proporcionan oxígeno a las zonas en las que se encuentran, frenan la gentrificación y refuerzan el sentido de colectividad. Conocer la historia de FTC Barcelona, que con tanto detalle nos ha contado su fundador, nos hace valorar la aportación de la tienda a la cultura skate barcelonesa. Tengamos siempre en cuenta que las skateshops son una parte fundamental de la evolución del skateboarding. La pasión que se respira dentro de cada una es un pilar demasiado sólido para que el dinero lo tire abajo.
Palabras y fotografías por John López.
Martin says
“ Visitar una tienda de skate, en cuerpo, no desde casa a través del sitio web, es una experiencia básica para cualquier víctima de la mordedura del loco bicho del monopatín.”
Exacto!
Muchos saludos,
Martin (de viejos tiempos en el santa catalina)