“El único fruto del amor, es la banana” decía la canción. Para Dan Cretu, este alimento (entre otros) rico en potasio, muy utilizado por tenistas de elite para salvarles el culo en pleno partido, es más que una fruta.
De origen rumano, concretamente de la capital de aquel país, Bucarest, es originario este multidisciplinar eco-artista, fotógrafo y escultor cuyo trabajo se basa en la metamorfosis y transformación de cambiar la percepción de una sociedad acomodada y asentada en sus conceptos más rudimentarios en lo que a alimentos se refiere.
Con la facilidad de componer guiones visuales para el receptor, juega con la construcción entre distintas figuras alimenticias que hacen un bocado atractivo, creando así la sensación de poder engullir (literalmente) una auténtica obra de arte. Lo malo de toda esta historia, compañero, es que son obras de arte, sí, pero fotográficas.
Dan Cretu exprime toda su imaginación para que te plantees que un huevo frito puede estar compuesto de la yema natural del propio huevo y la clara de alrededor tejida en ganchillo; un delfín tallado en piel de pepino; el clásico balón de parches negros reglamentario de fútbol realizado en pipas de calabaza y grano de café, o unas legendarias adidas superstar recubiertas con piel de naranja natural.
Cualquier objeto asiduo de la vida moderna como una radio, cámaras fotográficas, helados de cucurucho, lámparas o bicicletas, entre otros, se fabrican en las manos del rumano para dotarlos de una esencia más orgánica, y después inmortalizar la obra con su cámara fotográfica. Cabe destacar de su obra una fusión de claros matices pop art con aspectos neoculturales, que recuerdan en algunos ejemplos a trabajos propios de artistas del Street Art.
En el vocabulario de Cretu, la palabra ‘transformación’ tiene tanto sentido y es de tal importancia como su propio apellido. En el vocabulario de Cretu, el concepto “ingrediente alimenticio” transciende de lo meramente obvio para convertirse en la transformación del arte.
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