Más allá del realismo, Rómulo Celdrán.
Cuando ves una foto, que te parece un fotón y después resulta que es un dibujo, ya te quedas sin aliento. Este es el caso de la obra de Celdrán.
El hiperrealismo en el dibujo y la escultura tallada en un único bloque de elementos cotidianos es casi documental. Tapas de boli Bic, bolsas de plástico, el resultado de afilar un lápiz o rodajas de limón que son bellas, perfectas en su ejecución, desde el detalle más nimio que marca la diferencia a la ejecución en macro de aquello que vemos casi todos los días. La consecución absoluta de la textura de los materiales representados como el plástico o la madera así cómo la calidad cromática de los mismos hacen que debamos pararnos a contemplar con admiración técnica cada pieza de Celdrán. Sin olvidar un dominio de la luz que hace que den ganas de tocar e incluso oler eso que a nuestro ojo le cuesta creer que sea una representación de un objeto y no el objeto en sí. No es de extrañar que una sala tan importante como la de Hasted Kraeutleren New York se rinda a su arte con una más que merecida exposición individual.
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